sábado, 1 de mayo de 2010

16 AÑOS SIN AYRTON

Ayrton Senna alcanzó la tan mentada inmortalidad cuando en el Gran Premio de San Marino, en el circuito de Imola, la barra de dirección del Williams F16 que él manejaba se quebró y, en la famosa curva de Tamburello, lo llevó a un despiste mortal. Algunos dicen que la muerte fue instantánea y otros sostienen que pereció en el cercano hospital de Bologna.
Lo cierto es que el 1° de mayo de 1994 la vida de uno de los mejores pilotos de la historia conoció su abrupto final y de sus cenizas nació la leyenda. Con ya tres títulos de Fórmula 1 en su haber, su figura se agigantaba carrera a carrera y se alzaba como una amenaza concreta al récord del argentino Juan Manuel Fangio.
En 1977 logró su primer título en la categoría de kart brasileño para repetir al año siguiente. Su carrera crecía y sus sueños de dar el salto a Europa eran su principal estímulo. En 1981 lo logró y en su debut se consagró campeón de la Fórmula Ford 1600 británica. Al año siguiente se erigió como el mejor en la Fórmula Ford 2000 y en 1983 volvió a festejar en la Fórmula 3, antesala de la máxima categoría del automovilismo mundial.
1984 fue el año de su desembarco en la Fórmula 1. A bordo de un Toleman TG183B, Ayrton Senna conoció lo que terminaría siendo su hábitat natural. En su segunda carrera en Sudáfrica logró su primer punto gracias a un sexto puesto. Pero aquella temporada será recordad eternamente por el Gran Premio de Mónaco. En 18 vueltas logró pasar del noveno al segundo lugar bajo una torrencial lluvia, siendo uno de sus sobrepasados el mítico Niki Lauda.
Descontándole un segundo por vuelta al líder, que a la postre terminaría siendo su eterno rival, Alain Prost, llegó a ponerse a sólo siete segundos cuando, en la vuelta 31, la dirección de la carrera decidió darla por terminada y dejó la victoria en manos del francés. Contrario a lo que muchos podrían esperar de un debutante, Senna se mostró fastidioso porque se le había escapado una chance histórica. Pero el tiempo le daría oportunidades de tomarse revancha.
A partir de entonces, su carrera no cesó de crecer. Su paso a Lotus fue parte de esa evolución y ya para 1988, cuando se decía que era un piloto que andaba más rápido que el auto, Mc Laren lo sumó a sus filas. Por primera vez con un auto competitivo, el brasileño se quedó con ocho de las 16 competencias de la temporada y logró su primer título.
Repitió la consagración en 1990 y 1991, también con Mc Laren, cuando ya su enemistad con Alain Prost era el ideal aderezo de una categoría que brindaba espectáculos en todos los circuitos. Y llegó la “carrera perfecta”. En Donington Park, Inglaterra, el paulista partió en segunda fila y enseguida quedó quinto. Antes de culminar esa primera vuelta, superó a todos los que lo precedían, Michael Schumacher, Karl Wendlinger, Damon Hill y al campeón, Alain Prost. En sólo un giro quedó puntero y terminó sacándole, mínimo, una vuelta a todos, con excepción en Hill.
No se consagró esa temporada, pero ya estaba instalado en el Olimpo de los dioses del volante. La muerte lo encontraría en su peor temporada, ya que se había retirado tanto en el Gran Premio de Brasil como en el del Pacífico. Aquel día, el 1° de mayo de 1994, la vida del corredor más intrépido, audaz y veloz de todos llegaba a su fin. Moría un piloto, nacía una leyenda.

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